Edición Especial Hoy en la Javeriana

/ RECONCILIACIÓN NACIONAL

Una sinfonía inconclusa.

Los aportes a la paz, la reconciliación y el perdón en Colombia

POR: *P. Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

*Delegado para la misión de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina – CPAL, nombrado Provincial de la Compañía de Jesús en Colombia y Vice-Gran Canciller de la Universidad Javeriana

«Combatir la miseria y luchar contra la injusticia es promover, a la par que el mayor bienestar, el progreso humano y espiritual de todos, y, por consiguiente, el bien común de la humanidad. La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres». Pablo VI, Populorum Progressio, 76.

Preludio

La palabra sinfonía está compuesta por tres raíces griegas que designan la cualidad de algo que suena junto y, podríamos añadir, que suena bien junto. Aunque no nos refiramos a un tipo específico de composición musical, utilizamos en el lenguaje común la palabra sinfonía para decir que algo es armonioso y bello. La sinfonía habla de coordinación entre voces o instrumentos alrededor de un único tema. A esta hermosa palabra he querido añadir un adjetivo menos amable, construido con raíces latinas que nos invita a reconocer que hay una parte del camino que no hemos recorrido. Los aportes de la Pontificia Universidad Javeriana a la paz, la reconciliación y el perdón en Colombia, pueden calificarse como una bella sinfonía, pero todavía —y quizá siempre— inconclusa.

No pretendo hacer una relación exhaustiva de las acciones que ha realizado la Javeriana en favor de la paz. Ni me parece necesario hacer una lista de iniciativas o proyectos que buscan la posibilidad de colaborar en la construcción de una Colombia reconciliada. Solo quiero señalar tres movimientos que se constituyen en el camino que la Universidad ha seguido para hacer posible una paz estable y duradera en nuestro país.

Voy a referirme a estos tres movimientos, inspirándome en lo que conocemos como las funciones sustantivas de la Universidad: la docencia, la investigación y el servicio. Ellas son las que nos permiten ser y hacer lo que la Compañía de Jesús, entidad fundadora y regente de la Javeriana, espera de esta institución educativa que para nosotros es también una obra apostólica. Desde esas funciones sustantivas la Universidad ha hecho su aporte a la construcción de la paz y a la reconciliación de los colombianos. Pero también es allí donde debemos descubrir lo que no está todavía terminado y donde debemos seguir trabajando para hacernos artífices de un país que conviva en armonía.

Primer movimiento: La docencia (Allegro ma non troppo)

Quienes hemos dedicado parte de nuestra vida a la universidad, sabemos que el encuentro cotidiano entre profesores y estudiantes, ya sea en el aula o en otros espacios de formación, cada día más variados, es el lugar privilegiado de la cura personalis y del milagro de la construcción de conocimiento, a través del proceso de enseñanza‑aprendizaje.

Para un gran número de estudiantes y para algunos profesores, la función de la docencia es casi el único vínculo con la Universidad y por eso es fundamental lo que ocurre en este espacio. La Javeriana palpa allí el corazón de sus estudiantes y los prepara para hacerse constructores de paz en lo cotidiano de sus vidas y desde el servicio que podrán prestar al país desde sus saberes. Todo esto sabiendo que Colombia ha padecido por décadas una explosión inhumana de violencias de todo tipo, originadas sobre todo por las graves injusticias sociales. Hemos padecido un conflicto armado en el que han participado el Estado, las organizaciones subversivas, los paramilitares y otros grupos armados al margen de la ley. Hemos sufrido falsos positivos, corrupción en todos los niveles de las ramas del poder ejecutivo, legislativo y judicial, narcotráfico, masacres y crímenes de lesa humanidad, una tragedia humanitaria.

Hay que reconocer que esta función sustantiva de la Universidad es el origen de muchas satisfacciones y alegrías para estudiantes y profesores, y que allí se fraguan los cimientos de un país reconciliado. Pero también hay que decir, ma non troppo. Queda mucho por hacer y la Universidad, desde todas sus instancias académicas, tiene mucho que avanzar todavía para que la docencia capacite y prepare para la tolerancia, el respeto por la dignidad humana y la radical exigencia ética de «combatir la miseria y luchar contra la injusticia» (Pablo VI, PP, 76), como el mejor fundamento de la paz.

Segundo movimiento: La investigación (Adagio maestoso)

En la definición de la Misión de la Javeriana, la investigación, junto con la docencia y el servicio, hace posible «la creación y el desarrollo de conocimiento y de cultura en una perspectiva crítica e innovadora, para el logro de una sociedad justa, sostenible, incluyente, democrática, solidaria y respetuosa de la dignidad humana».

La investigación busca ampliar las fronteras del conocimiento y ha hecho frente a los graves problemas de las mayorías de nuestro país. Desde las ciencias naturales, las ciencias humanas y las ciencias sociales, hemos permitido que las preguntas sobre la pobreza, la violencia, la guerra y el deterioro de la vida de los más vulnerables, se hagan presentes en nuestra investigación. Y esto en un momento en el que el proceso de paz sigue sin disfrutar del respaldo de las mayorías. Como universidad, sentimos la imperiosa obligación de aportar nuestro grano de arena para fortalecer este proceso de paz, con la esperanza de que, junto con los acuerdos de terminación del conflicto armado, podamos caminar hacia la reconciliación y el perdón, como proceso personal, social y político.

Aquí tenemos que decir que, aunque el avance de los últimos años ha sido gigantesco, tanto en la inversión de recursos humanos y económicos, como en la apertura a los problemas más apremiantes de nuestra sociedad, también es necesario reconocer que el camino se hace a veces lento, como un adagio maestoso, que tiene dificultad para adaptarse a las urgencias de la reconciliación y de la paz. La investigación en la Javeriana tiene que seguir caminando en la búsqueda de una paz que «se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres» (Pablo VI, PP, 76).

Tercer movimiento: El servicio (Andante vivace con brio moderato)

En el primero de sus objetivos, la Javeriana expresa su decisión de «servir a la comunidad humana, en especial a la colombiana, procurando la instauración de una sociedad más civilizada, más culta y más justa, inspirada por los valores que proclama el Evangelio». Este servicio se encarna en una multiplicidad de acciones que desde las facultades y desde toda su estructura organizativa, ha ido avanzando en un compromiso cada vez más acorde con las necesidades del país.

El compromiso con comunidades concretas que luchan por hacer realidad la paz territorial, que trabajan por el fortalecimiento del Estado y por la creación de una cultura de paz en todos los niveles de nuestra sociedad, nos ha permitido dejar entrar a nuestra Universidad las preguntas que generan un proceso de reconciliación precario y con muchos enemigos. Al estilo de Ignacio de Loyola, somos sobre todo, Compañía de Jesús, discípulos y seguidores de Jesús, el Príncipe de la paz. Desde la cruz, Jesús nos enseña que solo desde el amor, la reconciliación y el perdón, es posible soñar con un mundo nuevo en el que todos tengan un puesto. Realizamos esta misión en un mundo no exento de conflictos y tensiones, y lo hacemos en un clima de diálogo fraterno, de búsqueda del bien común, de construcción colectiva de las condiciones de vida digna para todos.

Vamos avanzando, pero tenemos que reconocer que, aunque hay entusiasmo y vitalidad en las propuestas, todavía nuestro servicio se hace con un «brio moderato». Las apuestas que hace la Javeriana en este campo deben ser cada vez más pertinentes y osadas, para que se haga evidente que «La paz no se reduce a una ausencia de guerra» (Pablo VI, PP, 76).

Finale: presto con fuoco

Al ir concluyendo mi visión de lo que la Javeriana aporta a la paz, la reconciliación y el perdón en Colombia, quiero hacer referencia a un escrito de Alberto Parra, S.J., sobre la pastoral educativa universitaria, que me parece inspirador: «Así, la pastoral universitaria, tendiente sin rodeo alguno hacia esa forma de evangelización, operaría desde y por los elementos definitorios de la Universidad como plantel educativo en términos de las ciencias, los métodos, el saber, el uso de la razón, la producción y transmisión de la cultura. Es decir, que la pastoral universitaria, en el acto de construir las metas y horizontes de la educación, en ese acto construye al mismo tiempo los horizontes de la evangelización, así como en el acto de evangelizar construye al mismo tiempo los grandes horizontes y metas del Evangelio que la inspira. Una y otro, ciencia y Evangelio, tienden en la Universidad a un solo propósito: la construcción del sujeto que se educa y, por su intermediación, a la construcción de la sociedad» (Parra, Anotaciones sobre la pastoral educativa universitaria, p. 3).

De manera análoga, pienso que el servicio de la Javeriana a la paz, la reconciliación y el perdón, no puede realizarse si no es en los términos de sus funciones sustantivas. En el mismo acto de construir las metas y horizontes de la educación, en ese mismo acto construye al mismo tiempo los horizontes de un servicio a la paz, la reconciliación y el perdón en nuestro país.

Por último, quiero destacar que somos una universidad Pontificia y esto, además de vincularnos estrechamente con el Obispo de Roma, nos lanza a convertirnos en lo que esta palabra significa: una universidad que «construye puentes», en una sociedad que se goza construyendo muros y divisiones. Nuestra misión responde con acierto a los clamores más profundos de la existencia humana, pero es una misión en camino y siempre será posible crecer.

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